Hasta hace poco, pensaba que yo era una persona agradecida. No me cuesta decir gracias, casi como acto mecánico, de buena educación. Pareciera que así aprendemos de niños, a decir "por favor" y "gracias" para ganarse una estrellita en la frente. "¿Cuál es la palabra mágica?" nos preguntaban en el jardín cuando pedíamos la tijera, la pelota o la colación. Dos palabras súper simples, pero que recién ahora abrazo en su inmensidad.
Caí en la cuenta que no practicaba el Agradecimiento. O sea, sí, siempre doy las gracias, pero Agradecer, nadar en ese acto de amor de manera profunda y consciente, era una dimensión en la que entraba pocas veces. No soy de las que reza, de las que hace mandas de agradecimiento (cuando chica hice un par, con una voluntad que ahora me admiro de haber tenido). Daba las gracias, pero no me contactaba con el amor infinito del acto de gratitud, por todos los simples detalles que configuran invaluables regalos.
Estas últimas semanas han sido especialmente desgastantes. Y es que como dice una amiga, ser activista cansa mucho. Y mi activismo, centrado por estos días en usar el optimismo como bandera de lucha, en ocasiones me ha agotado. Me cuesta seguir la línea, mantenerme firme y constante, pero lo intento. Me di cuenta que el Mapa que tenía de mi misma (entiéndase Mapa como esa especie de Manual de Autoconocimiento que vamos construyendo) estaba bastante sesgado, e incompleto. Hay partes de mí que no se conectan aun, emociones que no son actuadas, palabras que no son Sentidas, motivaciones por las que no he dado ni el primer paso.... y lecturas de la vida que no me resonaban, como el hecho concreto, por ejemplo, de sumergirme en la Gratitud, agradecer por el día grato para caminar, por la película entretenida que pillé en la tv, por la amabilidad con la que un desconocido me ayudó. Tal vez mi ego de hija única mimada produjo en mí que vea muchas obras maravillosas como obviedades.... saltándome por ello el paso glorioso de Agradecerlo, agradecerlo porque me tocó, porque se me permitió, porque se me ayudó, porque me resonó, porque fue para mí.
Un acto de cambio que me he propuesto es Despertar al agradecimiento, de todo lo que más puedo registrar de mi cotidianeidad. Agradezco que hay un paciente, que hay un saludo, un rayo de sol en mi asiento de la micro, una canción bonita mientras actualizo el blog, una gracia de Bellota, un abrazo inconsciente de mi novio cuando está dormido, una entrada preciosa en los blogs amigos, un chorro de agua exquisita en la ducha de la mañana, una respuesta rápida del Banco, 10 pesos extra en mi monedero, el Hola que me regaló el abuelito inglés con el que me topé hoy en el cerro. Gracias por todo eso, y por todo lo que no escribí. Gracias, vida, porque me cerraste una puerta en un momento, recuerdo que lloré a moco tendido, pero si no me la hubieras cerrado, jamás habría aprendido a Agradecer.
Gracias, gracias, gracias infinitas.
1 comentario:
¡Maravilloso! Claro, un portazo asusta, pero quedó atrás. El camino que viene es maravilloso, lo iniciamos dando gracias. Suerte y que Dios te siga acompañando en tus gratitudes.
Publicar un comentario